Sobre la depresión: pérdida de un amor

Aquella mujer se había enamorado con toda su alma. Joven, entusiasmada, ilusionada, muy buena profesional. El, veinte años mayor que ella, con poco atractivo físico, directivo sanitario igual que ella, era su jefe, con prestigio, con poder, muy admirado.

Durante aquel largo año lo compartieron todo, podían irse fácilmente unos días bajo el pretexto de reuniones científicas, eran días de felicidad, de pasión, de euforia.

El le prometía con mucha seriedad que iba a dejar a su mujer después del verano, pero no fue así. Demostró ser un falso, un aprovechado, un hipócrita, un cobarde. Y la ilusión y la pasión de ella se fueron marchitando, deshojando lentamente, pues aún esperaba un milagro. Y se tornó en rabia, en odio, en primer lugar a él, pero a continuación a ella misma. Llegó a odiarlo con todas sus fuerzas pues el odio es directamente proporcional a la necesidad y fuerza del amor. Empezaron los auto reproches, la sensación de impotencia por haberlo perdido.   Esta pérdida conectaba con otras del pasado que habían dejado un trasfondo de decepción, tristeza, soledad profunda, anhelos esenciales insatisfechos. Era por esto que en aquel hombre había depositado, proyectado todos sus deseos incumplidos de una fuerza inusitada.

Se inicio el tortuoso camino de la culpa. Su exigencia interior era muy difícil de aplacar. Se sentía boba, tonta por no haberlo podido retener, por haberse dejado embelesar, por haberse dejado engañar, disminuía, por momentos, su autoestima, el amor propio y ajeno se esfumaba por momentos. Se miraba en su espejo interior y se veía horrible como tantas veces en el pasado y en el presente. Ella que tenía un cuerpo bonito, delgado, lo aborrecía como   cuando cogía un kilo de más.

Amor, pérdida, reproches, odio a si misma y al objeto, ambivalencia, culpa, duelo, elementos todos ellos de un amor y un desamor que repetía casi veinticinco años después de aquella relación fracasada de su infancia, de aquella madre que siempre se sintió desgraciada y que compartía su desdicha con su pequeña y adolescente hija.

Teníamos un arduo trabajo por delante: devolver la autoestima, la confianza en si misma, eliminar el sentimiento de culpa que en los casos extremos puede llevar al suicidio, saber y sentir que su dignidad era tan hermosa que merecía toda su admiración y respeto. Reconciliarse consigo mismo y con el mundo pudiendo desplegar su ternura, su solidaridad, su confianza con una visión más madura, realista, pero al mismo tiempo entusiasta que no frustrase su alta creatividad.

Nuestro tiempo, con esta crisis provocada e injusta está creando un clima propicio para la depresión colectiva e individual. Estemos atentos, sepamos que toda situación que disminuya los aportes a nuestra autoestima puede deslizarse hacia una depresión más o menos grave. Todo aquello que eleve el sano amor y cuidado de nosotros mismos está en la adecuada dirección, actuemos con diligencia, sin dejar que ese clima que corroe el alma se instale en nosotros. Tenemos una gran dignidad, cuidémosla, valorémosla, amémosla.

Y si necesitamos ayuda profesional busquémosla, no siempre somos capaces de solucionar nuestros problemas, el reconocimiento de nuestra impotencia es cosa de seriedad y humildad personal.

Visitas: 2

1 comment

  • admin 11 años ago

    Se ha incluido en la galeria multimedia de este blog una sección dedicada al Psicoanálisis y Neurociencia.

    Se irá añadiendo nuevos videos para todos los usuarios que quieran ampliar sus conocimientos sobre el tema.

    http://bit.ly/TracwH

    Un cordial saludo para todos

    Reply

Añade tu comentario

Su dirección de correo no será publicada.